¿POR QUÉ NO SERÍA LA MEJOR OPCIÓN CONTINUAR EN PAREJA EXCLUSIVAMENTE POR LOS HIJOS?
Este ha sido un tema mucho más frecuente de lo que imaginamos, a lo largo de la historia ha sido un asunto lo suficientemente trillado por padres y madres de familia y se ha dicho que en ocasiones puede ser utilizado de acuerdo con la necesidad del momento, pero ¡qué tan cierto hay en ello!
En la mayoría de los casos donde se presentan rupturas amorosas y se opta por continuar en pareja, no siempre es porque se desconoce si esa es o no la mejor decisión, es mas bien un hecho consciente donde la madre al igual que el padre ha comprendido previamente que esta no sería la mejor opción si se tiene que vivir en medio del desamor, irrespeto y falta de confianza, lo que frecuentemente desconocen las parejas son las afectaciones que podrían generarse en los hijos y en cada uno de los miembros del núcleo familiar al continuar en una relación donde el motivo principal es la lealtad hacia los hijos y no el compromiso como pareja.
Cuando el padre y la madre consideran seguir conviviendo por el "bienestar" de sus hijos y no por el amor y los valores que los uniría como pareja, podría generar múltiples afectaciones en sus hijos debido a los sentimientos de culpa atribuidos. En este sentido, los hijos tienden a considerar que todo el sufrimiento de sus padres o de alguno de ellos ha sido su culpa, siendo condenados a vivir una vida adulta bajo sentimientos de impotencia, frustración, tristeza, etc., por haberse convertido en una carga para alguno de sus padres impidiendo su huida, o por no poder defenderle en su momento.
Algunas parejas deciden continuar en la relación porque consideran que la unión física como padres es indispensable en la crianza de los hijos, olvidando que en algunos de los casos ese padre o esa madre hace mucho ya se encuentra ausente, limitado o limitada a responder exclusivamente con el sustento económico de los hijos; pero si se decidiera terminar con la relación, de igual forma hay que proporcionar el sustento económico de los hijos ¿Entonces, que hay de diferente en continuar o en terminar con la relación?
El hecho de que el padre y la madre sigan conviviendo, no garantiza el cuidado y crianza responsable de los hijos, ni mucho menos su felicidad. El bienestar de los hijos implica protección integral y constante, indiferente al estado civil de los padres, es responsabilidad de cada uno velar por la seguridad de los hijos independientemente de si están juntos o no. Pero, si a pesar de conocer todo esto, los padres deciden continuar con la relación, ¿la causa real de esta unión seguiría siendo el bienestar de los hijos? aún cuando se sabe que la unión de los padres no garantizaría la integridad de los hijos sino hay nada más que los una, y que la protección hacia los hijos debe ser indiferente al estado civil de los padres. Frente a ello se podría considerar que la causa de seguir en pareja no sería el bienestar de los hijos, sino, el miedo profundo al cambio de vida y el miedo a salir del lugar de confort, camuflado en frases como: “Es que me da miedo criar solo o sola a mis hijos”, “Es que no quiero que mis hijos crezcan con padrastro o madrastra”. Y si se tratará de un tema donde se debe hallar culpables, los hijos serían las personas menos implicadas en el asunto a diferencia de los padres quienes tomaron la decisión de vivir en pareja aún cuando sus hijos no eran concebidos o simplemente no presentaron cartas en el asunto.
Pero no se trata de atribuir culpa a alguno de los miembros del núcleo familiar, sino de identificar el problema, con el fin de dar solución al mismo. Por lo que se podría concluir que en este tipo de casos el problema central es el miedo; el miedo al cambio de vida y para ello es importante reconocer sus habilidades, darse cuenta para qué se es bueno y cuál es su talento para asumir la protección y cuidado responsable de sus hijos y si se desea convivir en pareja este deberá ser un asunto donde principalmente se resalten ideales y principios conyugales antes que la lealtad a los hijos, convivir en pareja es un tema de decisión y no de miedo o presión.
Referencias
Ego, Ochoa, I. (1995). Enfoque en Terapia Familiar Sistémica (pp. 27-229). Barcelona: Editorial Herder.